Por qué muchas mujeres no disfrutan de su sexualidad (y cómo cambiarlo)

 En Sexualidad

A pesar de los avances en materia de igualdad y libertad sexual, muchas mujeres siguen sin disfrutar plenamente de su sexualidad. No se trata solo de falta de deseo o de una disfunción física: en la mayoría de los casos, hay una red de factores sociales, culturales, emocionales y personales que influyen en cómo viven su placer.

Los motivos por los que las mujeres no suelen disfrutar de su sexualidad

Cargas invisibles y educación sexual deficiente

Desde pequeñas, a muchas mujeres se les enseña (explícita o implícitamente) que su cuerpo no les pertenece del todo. La educación sexual tradicional suele centrarse en el miedo: evitar embarazos no deseados, prevenir infecciones, protegerse. Rara vez se habla del placer, del consentimiento positivo o de la conexión con una misma. 

Esto genera una desconexión profunda con el propio cuerpo y con el derecho a sentir. Además, las mujeres suelen asumir más carga mental y emocional en el día a día, lo que deja poco espacio para el deseo, la intimidad y la exploración sexual.

Mitos, juicios y culpa

Muchas mujeres viven su sexualidad desde la presión o la culpa. Se sienten juzgadas por lo que hacen o por lo que no hacen. Si disfrutan, pueden ser tachadas de “demasiado”. Si no lo hacen, se sienten defectuosas. En ambos casos, se pierde libertad.

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El mito del orgasmo como meta, la idea de “complacer” a la pareja o el guion sexual aprendido en películas o porno convencional también limitan la vivencia real y presente del placer.

¿Cómo empezar a cambiarlo?

1. Reconectar con el propio cuerpo

La sexualidad empieza por una misma. Tocar, observar, escuchar el cuerpo sin expectativas es un acto revolucionario. La autoexploración, el autoconocimiento y el tiempo a solas son clave para descubrir qué gusta y qué no, sin filtros ni presiones.

2. Cuestionar lo aprendido

Cuestionar lo aprendido, abrirse a nuevas formas de placer. Muchas veces repetimos lo que hemos visto, lo que nos han contado, lo que se espera. Roles marcados, ideas limitantes, formas de vivir el sexo que no siempre conectan con lo que realmente sentimos. Revisar esas creencias, sobre el cuerpo, el deseo, el placer o el papel que una mujer “debería” tener en la cama, es empezar a recuperar lo propio.

También puede ser liberador explorar otras maneras de relacionarse con la sexualidad, sin prisas, sin guiones, sin buscar el orgasmo como única meta. El sexo tántrico, por ejemplo, invita a estar más presentes, a respirar, a tocar con conciencia, a habitar el cuerpo desde dentro. No se trata de seguir una técnica perfecta, sino de atreverse a probar, a sentir diferente, a descubrir qué deseo cuando me escucho sin juicios.

3. Hablarlo (con quien toca)

Ya sea con una pareja, con amigas, con profesionales… poner palabras a lo que se siente (o no se siente) ayuda a romper tabúes y aliviar cargas. El placer compartido necesita comunicación, confianza y consentimiento, no perfección.

4. Pedir ayuda profesional si hace falta

Cuando la sexualidad se vive con malestar, dolor, angustia o bloqueo, contar con una sexóloga, psicóloga o terapeuta especializada puede marcar la diferencia. No es raro ni está mal: es un acto de autocuidado.

Recuperar el disfrute sexual no es un objetivo que se logre de un día para otro, pero es un camino posible. Y cada paso, por pequeño que parezca, es un acto de poder, de amor propio y de libertad.

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